Cada amanecer ya estamos en el Metro los mismos perdedores de siempre.
La mirada hundida en el lodo como queriendo recuperar las ilusiones muertas, el aire soñoliento que empaña los cristales de las gafas, el dolor de garganta, el amago de fiebre, el eco de la última discusión en casa, un cúmulo de preocupaciones que se superponen unas a otras y ya ni siquiera dejan ver su verdadero rostro, anestesiando el paso -breve, inútil- de las horas... En fin, la vida. Ya se sabe. La heroica tarea de llegar a fin de mes, que se impone como la locura más cierta.
La línea 2 es como un meandro larguísimo que atraviesa el subsuelo del centro: Quevedo, San Bernardo, Noviciado... Atención, estación en curva, al salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén. Es difícil escuchar una cosa más estúpida. Y además rima. ¿Cuánto le habrán pagado a la señora de la voz? El de delante lee el periódico gratuito, la otra se afana en su novela inútil de 835 páginas (sin contar el prólogo), el de más allá se saca los mocos con esmerada paciencia, la de al lado se balancea para contemplar su reflejo en el cristal de enfrente y colocarse el mechón junto a la ceja. Si aparece la cantante de fados, estamos perdidos. Con la acústica retumbona y asfixiante del vagón, moriremos todos de cáncer de tímpanos. Prefiero al búlgaro del acordeón o al virtuoso del xilófono. Si ves que se acercan, quítate los auriculares o dale al stop o finge que sigues leyendo. Cuando pasan el cepillo siempre me abate la misma vergüenza, una vergüenza nítida y contundente, una vergüenza «trascendental», que diría un kantiano, como si estuviese sojuzgando a la humanidad entera con mi sola presencia ahí en ese preciso instante. Si le doy algo, porque es poco. Si no le doy, porque... Al final siempre decido no darle, para no tener que mirarle a la cara mientras le doy gato por liebre. Agacho la cabeza. Me humillo. Lo que en realidad quisiera es vaciarme los bolsillos y darle todo lo que tengo, para mitigar un poco esta vergüenza... pero me da vergüenza. Sería desleal y, en cierto modo, obsceno.
PD: De postre, una gran canción de La Costa Brava: "Adoro a las pijas de mi ciudad"
4 comments:
jajaja, me encanta esa canción de La Costa Brava, no había visto antes el vídeo :D
Dicen que en Sevilla tendremos pronto metro. No sabemos en donde nos metemos (en sentido literal y figurado). Es curioso que un lugar tan opresivo y oscuro provoque tantas reflexiones.
Mind the Gab
No soy española y siempre me ha llamado la atención el hecho de que los del metro de Madrid necesiten tantas palabras (16?) para decir lo mismo que los ingleses en apenas trés...
El Maind the gap es muy sosooo, además, no sabes ya ni porque te lo dicen jajajajaj. Lo mejor son esas 16 palabras, que recitas en tu cabeza.
Se debería hacer el día de atención, estación en curva!, donde todo el mundo dijera a la vez las palabras, seria una paranoia!
Los ingleses son sosos hasta para eso xD
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