"Quien ha vivido en Manhattan sabe hasta qué punto el viento preside la vida de la ciudad. El viento recrudece los fríos terribles del invierno, rompe los paraguas y los toldos, derriba los árboles y los semáforos, hace trastabillar y caer a los ancianos y a los enfermos, no deja dormir; a veces acelera el paso de los nubarrones y despeja los cielos, otras, trae los aguaceros de finales del verano o principios de otoño, cuando llegan las colas de los huracanes devastadores del Caribe, ya muy debilitados. En su faceta menos agresiva el viento anima las calles: hace planear las gaviotas y ondear las banderas y levanta las faldas de las chicas.
Tan excesivo como el viento es la lluvia. A menudo el cielo se encapota en pocos segundos, sin previo aviso, y empieza a caer el agua. El caos se produce de inmediato: los sótanos se inundan, las avenidas se convierten en ríos crecidos. En las calzadas el agua se acumula en los baches, donde los autobuses meten el morro, levantan surtidores de muchos metros de altura, que empapan a los viandantes. El viento no cesa cuando llueve: se lleva los paraguas y los sombreros y hace que la lluvia caiga casi horizontal, que penetre bajo las marquesinas y abofetee al que encuentra. En medio de la confusión pasan los coches de los bomberos, que acuden a las emergencias causadas por el aguacero, a través de los atascos, tratando de abrirse paso con las sirenas y las bocinas. Parece que haya llegado el fin del mundo.
En verano estas tormentas vienen acompañadas de mucho aparato eléctrico. Los rascacielos atraen los rayos, que bajan restallando por las fachadas mientras retumba el trueno. En invierno el viento viene del norte y como en el camino no encuentra sistema montañoso que lo detenga llega a Nueva York sin perder fuerza ni frialdad. Una vez en Manhattan, se mete por los callejones que forman los rascacielos alineados y corta la piel, porque a veces sopla a veinte o treinta grados bajo cero."
(Eduardo Mendoza, Nueva York)
1 comment:
¡Joder, cómo acojona!
Nunca había oído esto, no sabía que fuera así, más allá de alguna escena de W. Allen con algo de lluvia.
Un abrazo.
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