Friday, December 31, 2010
Nochevieja o el eterno retorno de lo mismo
Friday, December 24, 2010
Cuaderno de Talamanca
En los paisajes que amamos, nuestras debilidades toman otro cariz.
***
10 de agosto. Griposo. Me he pasado todo el día en la cama. Han vuelto las viejas obsesiones, el sentimiento de que para mí nada es posible. Vaya donde vaya, mis males me acompañan. Ése es el regalo capital de mi existencia. Se diría incluso que mis males me preceden, que despejan el terreno a fin de que pueda ser desdichado sin dificultad, sin obstáculos. Si se me transportara al Paraíso, el fenómeno se repetiría ineluctablemente.
Sunday, December 19, 2010
Mis diez de 2010
Wednesday, December 08, 2010
Brangulí (1879-1945)
Sunday, November 28, 2010
Thursday, November 18, 2010
Saturday, November 13, 2010
Monday, November 01, 2010
Nuevas colecciones de bolsillo
Sunday, October 31, 2010
Una hora más de sueño
Sunday, October 24, 2010
Vidas minúsculas
Hubo algunos acontecimientos. Un cabriolé de dos caballos que olía a ciudad, a despacho de abogado o a escribanía, se detuvo una tarde en el umbral: apenas dio tiempo para ver bajar de él, de espaldas, silueta extraña y breve como de novela rusa sobre los campos enlodados, a un hombre joven, vestido todo de negro y con sombrero de copa, que se metió en la entrada oscura. Toussaint se quitó la gorra, se llevó la mano al bigote; Juliette sirvió al visitante un vaso de vino; bebió o no bebió; miró el hogar, se sentó y les habló: nadie sabe de qué. [...]
Desde la ventana de mi cuarto, lo vi salir poco después, plantarse ante el frío, abrocharse la chaqueta, tirar su colilla: también esos gestos los conocía bien. Se subió en velomotor y se alejó entre las detonaciones del motor por el campo ácido en el que estaba ausente Marianne, y todo perdón, y el verano lejano. Me acordé de otro hombre. [...]
Hay que terminar. Estamos en invierno; es mediodía; el cielo se acaba de cubrir uniformemente de nubes bajas y negras; muy cerca, un perro deja oír a intervalos regulares ese grito lento, muy solapado y como de concha marina, que hace decir que ladra a la muerte; puede ser que nieve. Pienso en los alegres ladridos de esos mismos perros, las noches de verano, cuando regresaban los rebaños entre manchas de claridad; era niño, la luz también lo era. Quizás me agoto en vano: no sabré qué es lo que se fue y se volvió hueco en mí. Imaginemos una vez más que las cosas ocurrieron como voy a decir".
Saturday, October 09, 2010
Sunday, September 26, 2010
Coetzee y la tacañería de espíritu: adiós a Astrid
Pero ¿es cuestión de carácter? Lo duda. No tiene esa impresión, tiene la impresión de que es una enfermedad, una enfermedad viral: tacañería, pobreza de espíritu, de esencia similar a su frialdad con las mujeres. ¿Puede obtenerse arte de una enfermedad así? Si no, ¿qué se deduce sobre el arte?"
"No se ha puesto en contacto con Astrid desde hace semanas. Ahora ella le telefonea. La estancia de Astrid en Inglaterra ha terminado, se vuelve a Austria.
-Supongo que no volveré a verte -dice ella-, así que he llamado para despedirme.
Intenta no parecer afectada, pero tiene la voz llorosa. Sintiéndose culpable, le propone a Astrid una nueva cita. Toman café juntos; ella le acompaña a su habitación y pasa la noche con él («nuestra última noche», lo llama Astrid), llorando quedamente sin soltarlo un momento. Por la mañana temprano (es domingo) la oye escabullirse de la cama y dirigirse de puntillas al baño del rellano para vestirse. Cuando regresa finge estar dormido. Bastaría la menor insinuación para que ella se quedara. Si él prefiriera hacer otras cosas antes de prestarle atención, como por ejemplo leer el periódico, Astrid se sentaría a esperar en silencio en un rincón. Parece que a las chicas de Klagenfurt les enseñan a comportarse así: no pedir nada, esperar a que el hombre esté listo y entonces servirle.
Le gustaría ser más amable con Astrid, que es muy joven y está muy sola en una gran ciudad. Le gustaría secarle las lágrimas, hacerla sonreír; le gustaría demostrarle que su corazón no es tan duro como parece, que es capaz de responder a su buena voluntad con buena voluntad, con la buena voluntad de abrazarla como ella quiere ser abrazada y de escuchar las historias sobre su madre y sus hermanos. Pero tiene que ir con cuidado. Demasiada calidez y Astrid podría cancelar su billete, quedarse en Londres, mudarse a su casa. Dos derrotados dándose cobijo uno en los brazos del otro, consolándose: la perspectiva es demasiado humillante. Lo mismo podrían casarse y pasar luego el resto de la vida cuidando el uno del otro como inválidos. Así que no insinúa nada, sino que permanece tumbado con los ojos bien cerrados hasta que oye el crujido de las escaleras y el ruido de la puerta principal al cerrarse.
Es diciembre, y el tiempo ha empeorado. Nieva, la nieve se convierte en nieve fangosa, la nieve fangosa se congela: hay que andar por las aceras buscando puntos de apoyo como un montañero. Un manto de niebla cubre la ciudad, niebla cargada de sulfuro y polvo de carbón. Hay cortes de electricidad; los trenes se detienen; los ancianos mueren congelados en sus casas. El peor invierno en siglos, anuncian los periódicos".
En las fotos Coetzee tiene pinta de pajaro de mal agüero. No hay quien se fíe de los seres esqueléticos. Estos ascetas no disfrutan de la vida... (También tiene cierto aire a Clint Eastwood ¿no?)
Sunday, September 05, 2010
El Londres de Woody Allen
Ayer fuimos a ver You will meet a tall dark stranger (Conocerás al hombre de tus sueños). De sus películas londinenses es, junto con Match Point, la película en la que más aparece la ciudad. Quizás por eso son las dos que más me han gustado de las que ha hecho Wody Allen en los últimos diez años (y recordad que el tío va a un ritmo de una por año). Incluso comparten algunos escenarios.
No quiero ser exagerado, pero sólo por los diez primeros segundos, en los que un taxi atraviesa una calle, se para y sale una señora con sombrero, ya merece la pena ir a verla. Insisto: todas esas imágenes de la ciudad tienen algo muy especial. Una belleza y una emoción que no sabría explicar.
Foto: agosto 2010.
Sale en dos ocasiones el puente de Little Venice por donde pasamos varias veces este verano.
Thursday, August 26, 2010
El final del verano
Monday, August 23, 2010
A Exaltación do Mexilón solanero
Cuando, aturdidos sobre el colchón, tirados en el suelo, no recordamos cómo llegamos a casa, es de suponer que lo hemos pasado muy bien. Uno se sumerge en una taza de café cargado, otro trata de recomponer el mal cuerpo y el otro recuenta los pelos que ha perdido en la dura refriega del sueño.
De vuelta por la autopista, Jabois conduce con la misma soltura con que escribe los artículos. Zigzaguea con suavidad, pisa el acelerador y adelanta a los rezagados en las curvas. No se le nota la resaca al tío. Qué dominio de la noche, está fresquísimo. Yo, en cambio, los “días después” no suelo tener palabras. Empiezo las frases pero no consigo terminarlas. Se me despeñan las neuronas en el abismo. Suena una canción de los Beatles mientras cambiamos de provincia. El paisaje sigue siendo el mismo.
Recuerdo cuando hace varios años, aún sin conocernos, ocupamos la casa virtual de Mabalot, que estaba de viaje en Japón, e hicimos una fiesta antológica. Se nos subieron las sustancias a la cabeza y la prosa dio muchísimo de sí. Estaba Lara con nosotros. Nos reímos mucho. Quién nos iba a decir entonces que estábamos inaugurando una tradición solemne.
Sólo cuando meto la cabeza en el agua helada del mar el cerebro recupera su textura. Entonces empiezan a llegar, poco a poco, de manera caótica, algunos flashes discontinuos, imágenes distorsionadas, secuencias vagas de la larga noche en la Ciudad Catedral, tan bien nutrida de vino, viandas, copas, etc. La nariz inflada del famoso peregrino borracho de la rúa do Franco, “Zapatones”, que te agarra del brazo si desvías la mirada de su impracticable conversación. Marino, el portero napolitano, que llegó a Compostela huyendo de la Camorra. Una hermana fugaz cuya existencia desconocíamos. Las palabras en off del líder de la oposición. La plaza de la Quintana, silenciosa, entre la neblina. No puedo asegurarlo, pero juraría que alguien, ya muy de madrugada, se travistió de Buñuel y se puso a mear en el quicio de la Puerta Santa. No se me ocurre mayor irreverencia. Quizás subirle las faldillas al Papa, no sé. A las seis y pico de la mañana, el periodista va parando a la gente por la Plaza Roja con su pregunta inapelable, absurda: “Oye, perdona, ¿una tienda en la que vendan camisetas del Atlético de balonmano? ¿De Papitu, por ejemplo?”. Al llegar a casa, ya de amanecida, tres rayas de luz atravesaban la persiana y amenazaban inútilmente con impedir el sueño. No lo consiguieron.
La culpa de todo es del licorcafé. Y de Yoko Ono, claro.
PD: Me está gustando mucho El viajero sin propósito de Dickens, parece escrito expresamente para mí. Lo que se dice literatura de andar y ver. “Hace algunos años, una incapacidad para dormir de carácter transitorio, atribuible a una sensación de angustia, me obligó a pasearme por las calles durante toda la noche a lo largo de un periodo que duró varias noches”. “Pocos lugares existen a los que me parezca tan grato regresar cuando estoy de mal humor como aquellos en los que nunca he estado”. Gracias por el obsequio, anfitrión.
Saturday, August 21, 2010
Thursday, August 19, 2010
Interludio rías baixas: cousas do verán
*****
Prejuicios absurdos pero inevitables. Me cae mal la gente que se pone demasiado morena. Esos que andan por el mundo renegridos, como si les hubiesen dado una pátina de cómic. No sé por qué, me los imagino de poca inteligencia. No puedo evitar pensar que son cortos. Veo a uno de esos seres con roña y automáticamente pienso: “mira qué tío más tonto”.
*****
El Cunqueiro de no-ficción (si esa etiqueta es posible en el caso de nuestro Borges gallego) no deja de maravillarme. Estoy leyendo ahora el volumen 4 de las obras completas publicadas por Galaxia. Se trata de artículos y ensayos breves sobre literatura. Habla Cunqueiro de Georg Trakl, de Celan, de Roussel, de Cummings, de O’Casey, de su amado Villon, etc. El ensayo que dedica a la figura de Shakespeare (“Las mil caras de Shakespeare”) debería figurar en cualquier antología de la mejor crítica literaria.
*****
El significado es el uso en determinado contexto (2º Wittgenstein).
Qué rica está, a eso de las 14.35 horas, cuando tienes un hambre canina, esa última patata mustia, requemada, marroncilla, diminuta y con reborde como de uña sucia, ese resto triste de patata solitaria que ha quedado desechada en el plato tras haber sido despreciada por todos los contendientes en el chiringuito.
*****
El fichaje de Ozil es una de las mejores noticias de los últimos años para el Real Madrid. Cuando lo vi jugar en el Mundial me quedé alucinado. No sabía quién era. Desde que se retiró Zidane no había visto nada parecido (ojo, no digo que esté a la misma altura, que es imposible).
*****
Al igual que en los últimos veranos, ya estoy empezando a tomar aspecto de oso panda al revés.
Sunday, August 15, 2010
Monday, August 02, 2010
A Londres y Edimburgo
Nuestra amiga londinense ha cambiado de barrio, así que podremos conocer de primera mano otra zona. El año pasado nos gustó East Dulwich. Este año vamos aquí, casi en la ribera del Regent's Canal. Mirando el mapa, se puede trazar una línea más o menos recta desde mi refugio de Inverness Terrace, el paraíso de aquel verano, junto a los jardines de Kensington.
Para entretener a La Esfinge, que ya está un poco aburrida de “mi Londres” (lo siento: aunque me guste conocer nuevas partes de la ciudad, siempre tengo la necesidad de volver a mis lugares preferidos, para ver que siguen allí, sin cambios, no sé), he estado mirando para hacer alguna excursión por las afueras, pero precisamente ella ha estado ya en todos los sitios: Oxford, Cambridge, Canterbury, Bath, Brighton… Yo no he estado en ninguno, pero si por mí fuera me quedaría simplemente paseando por Londres. Paseando todo el día, sin parar. Ésa es mi extraña concepción de la felicidad. Pero, claro, ésa es una felicidad solitaria, porque a ver quién aguanta ese programa ascético, monótono y esforzado. La felicidad en compañía, que es mucho mejor, va por otro lado, aunque no tan lejano, quizás; por ejemplo, basta con tumbarse en el césped de un parque, a la sombra de un árbol, tomando un sándwich de M&S y mirando los cisnes del lago.
Tendré que sopesar bien los nuevos destinos. El año pasado se me ocurrió que fuéramos a ver el ambientillo de Canary Wharf y a la Esfinge le pareció un plan absurdo ir hasta allí para contemplar un par de rascacielos y ver cómo salía la gente de las oficinas a comer en los alrededores… A mí me gustó.
Sunday, August 01, 2010
El Támesis: poesía en color
Wednesday, July 28, 2010
Historias de la loca de los gatos
No he podido pasar de los primeros relatos, que seguramente son los mejores. He ojeado un poco por encima los otros.
Sunday, July 25, 2010
Adiós a un genio
Guti era el perfecto reverso de Raúl. El antihéroe madridista, el “tonto inútil” que el Bernabéu necesitaba para desahogar su frustración en los malos momentos. Raúl representaba el sacrificio, el esfuerzo, la constancia, la eficiencia, la responsabilidad... todos esos valores tan honorables, tan dignos de respeto (tan aburridos, podríamos añadir). De todo eso Guti no tenía nada. Más bien era lo contrario. Guti era imprevisible, vago, caprichoso, polémico, malhumorado, inconstante, irresponsable. Y sí, ya lo sabemos, fuera del campo Guti es básicamente un fashion victim bastante gilipollitas. Pero si nos olvidamos de todo eso, si sólo hablamos de calidad futbolística, de balón y pie y bota y césped, Guti ha sido de los más grandes.
La vida es una aventura corta, la genialidad un bien escaso y la belleza un tesoro incomparable. Por eso hay que saber valorar la diferencia. Adiós, Guti, y gracias por tan buenos momentos.
Wednesday, July 21, 2010
Los vagabundos de la cosecha
Se trata de pequeños agricultores que han perdido sus granjas y se han convertido en auténticos vagabundos, escuálidos y sucios. Ya no son extranjeros (filipinos, japoneses, mexicanos…), como era habitual. Ahora son americanos. Por el camino van vendiendo sus escasas pertenencias: mantas, aperos de labranza, cacharros de cocina… A menudo han visto cómo sus hijos se les morían en el trayecto. Mientras dura cada cosecha, viven en poblados de chabolas. Después marchan a la siguiente. También hay algún campamento federal o estatal. Y ahí viene el pormenorizado análisis periodístico, sociológico e institucional de Steinbeck, que ocupa gran parte del libro.
Centrémonos en la parte puramente literaria. Steinbeck es un genio describiendo los rostros, el cansancio, el sudor, las chabolas, el olor, la miseria, las moscas, los excrementos, la muerte… Impresiona la frase reiterada: Ya no les queda dignidad. Lo explica diciendo que pierden el lugar que les corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social; por eso pierden la dignidad. Sus caras reflejan el hastío, un constante malhumor que les ha vuelto taciturnos. Y los ánimos que antes tenían y que terminarán por perder no son más que una rabia sombría.
En varios momentos me ha recordado a Las Hurdes. Tierra sin pan, de Luis Buñuel. También a James Agee, pero más crudo y menos alucinado.
Se sienta al sol delante de la casa, en el suelo, mientras mosquitas de la fruta negras revolotean zumbando, se le posan en los ojos cerrados y se le suben a la nariz hasta que las aparta con gesto cansado. Las moscas quieren llegarle a la mucosa de la comisura de los ojos.
Prefiero no poner más párrafos deslumbrantes (hay unos cuantos) porque es una lectura muy triste, muy dura. Algunos pasajes son insoportables en su crudeza. Pero hay una grandeza indudable, extraña, casi épica, en la descripción de la miseria. Un brillo telúrico. Algo inasible. Como una epifanía.
El de Steinbeck me parece un testimonio necesario, irrevocable, ejemplar. Lo sigue siendo más de setenta años después. Y quedará ahí para siempre.
Sunday, July 18, 2010
The Naked City (1948)
Quizás Woody Allen se inspiró en él para su no menos espectacular comienzo de Manhattan. Weegee, Dassin, Allen, eslabones visuales de una misma inspiración inagotable: NY.
Thursday, July 15, 2010
Esa visible oscuridad
Terror, enajenación y ansiedad al final de la tarde. Semiparálisis. Confusión, desenfoque mental, lapsus de memoria. El pánico vespertino. La asfixia.
Styron recibe un premio en París pero su mente está en la primera consulta que tendrá con el psiquiatra al día siguiente, ya de vuelta en EEUU. Queda fatal con los organizadores. Pierde momentáneamente el cheque de 25.000 dólares. Ni apetito ni sonrisa ni conversación, en un París ventoso y con lluvia.
El extranjero de Camus, poco antes muerto en accidente de tráfico. La viscosa angustia existencialista que traspasa el papel y se clava adentro. La terrible pregunta fundamental de la filosofía, según él: si la vida merece o no la pena de ser vivida. El mirar inexpresivo y vacuo de Jean Seberg en Connecticut, caminando como una sonámbula, entumecida por los antidepresivos. Un año después aparecería su cadáver en un coche abandonado en un callejón de París. Causa de la muerte: sobredosis de comprimidos. Y su ex marido, Romain Gary, acabaría metiéndose una bala en los sesos.
Quizás la depresión se contagia. O es la fuerza que los junta. Depresivo llama a depresivo. No sé.
Abbie Hoffman, otro pastillero, o Randall Jarrell dejándose atropellar, o Primo Levi lanzándose por el hueco de la escalera de su casa de Milán. Levi, superviviente de tantos horrores y al final víctima de sí mismo, o de su memoria. La nómina funeral es demasiado extensa.
A los 60 años le llegó a Styron el derrumbamiento. Depresión unipolar, sin picos de euforia. Previamente, intolerancia al alcohol, que hasta entonces utilizaba como método de inspiración. El aliado se esfumó. Vulnerable a los demonios del subconsciente. Hipocondría. Ansiedad, agitación, temor difuso. El verso de Baudelaire: “He sentido el viento del ala de la locura”. Pérdida de voz y de la libido, ausencia de sueños, alimentos desprovistos de sabor… Y, por supuesto, el insomnio, la gran condena.
Miedo al abandono, a la soledad. Fotos de sonrisas llenas de angustia. Una noche tiró su diario a la basura, prolegómeno necesario del suicidio.
Algunos párrafos impresionan:
Un fenómeno que ha observado cierto número de personas al pasar por estados de depresión profunda es la sensación de hallarse uno acompañado por un segundo yo: un observador fantasmal que, no compartiendo la demencia de su doble, es capaz de mirar con desapasionada curiosidad mientras su compañero lucha contra el desastre que se le avecina o decide asumirlo. Hay algo de teatral en todo ello, y en los días que siguieron, mientras iba estólidamente de un lado para otro preparando mi eliminación, no podía quitarme de encima un sentimiento de melodrama: un melodrama en el que yo, la inminente víctima de autoasesinato, era a la vez el actor solitario y el miembro único del auditorio. Todavía no había elegido el modo de mi tránsito al otro mundo, pero sabía que ese paso vendría a continuación, y pronto, tan ineludible como la noche.
Después, el cambio de idea y el ingreso voluntario en un hospital, lugar de “cautividad metódica y benigna donde la única obligación que uno tiene es la de ponerse bien”. La reclusión y el tiempo como médicos. La mejora progresiva hasta la capitulación final de la depresión. Su primer sueño en varios meses. El origen del mal, quizás, la muerte de la madre durante la infancia.
No es un libro alegre, no. Aunque termina bien.
Monday, July 12, 2010
Friday, July 09, 2010
Monday, July 05, 2010
Saturday, June 26, 2010
El tiempo recobrado
Creo que por fin podré disfrutar a Proust sin obstáculos ni artificios. Lo estaba deseando. Hasta ahora tenía que hacer primero una titánica labor de desbrozo, lápiz en mano, subrayando, poniendo paréntesis, haciendo señales en el margen. Después, en una segunda lectura (parcial, sólo de lo señalado), podía ya disfrutarlo. Es decir, leía a un Proust editado por mí. Pero la labor de desbrozo siempre me acababa cansando y saltaba de tomo en tomo sin orden ni criterio. Alguno ni lo rocé.
Tuesday, June 22, 2010
O libro dos amigos
Los abro y empiezo a hojearlos. Primero de pie; después sentado; finalmente tumbado en el sofá. El primero es un libro de viaje por Buenos Aires. Casi mejor lo dejaré para otro día, porque el segundo me ha atrapado: O libro dos amigos. Como declara el título, se trata de una sucesión de retratos emocionados de sus amigos, entre los que figuran algunos personajes gallegos conocidos, como Castelao o Bóveda. Salen en sus páginas muchos recuerdos, bastantes cafés, algunos entierros. No entiendo todas las palabras, pero me gusta cómo suenan. El ejemplar que tengo entre las manos está fechado en 1953 y fue publicado por Ediciones Galicia del Centro Gallego de Buenos Aires.