Cuando uno se pasa dos días sin dormir y bebiéndose hasta el agua de los floreros camina por las calles con un aturdimiento que le hace hablar alto, escuchar en dolby stéreo y ver las cosas como a través de una neblina oceánica. Por momentos las palabras desaparecen: el pensamiento va más rápido que los movimientos de la lengua y uno no tiene fuerzas para seguir ese ritmo. Consecuencia: te paras. Empiezas las frases pero no las terminas. El interlocutor debe adivinar cómo continúa. Lo normal es que a cada rato la mente se te quede en blanco, se te vaya el santo al cielo y sonrías con cara de loco. Es fácil acabar descojonándose, sin más. Nadie te entiende. Has matado demasiadas neuronas. Y las pocas que te quedan están entumecidas...
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Pasado el Cebreiro, apenas abandonada la frontera galaica, nos paramos a tomar algo en una aldea. Al comienzo de la única calle en que consiste el pueblo, descansa un anciano tipiquísimo. Seguramente esté allí todo el día, posando para las fotos, a sueldo del Xacobeo.
Nos cruzamos con varios peregrinos. Todos guiris. Parecen menos cansados que nosotros. Entramos en el único bar que hay -el Hostal del Peregrino- y pedimos unos bocadillos. Nos atiende una chica muy amable, simpática y guapísima, clavada a Alyssa Milano pero menos voluptuosa (quizás demasiado esquelética). Mientras nos alejamos en el coche pienso en todos los peregrinos que saldrán de allí enamorados. Irán rememorando su imagen a cada paso antes de llegar a Compostela. Una nueva fe alimentará sus espíritus.
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Momento buñuelesco-mabalotiano del sábado noche:
Entramos en un restaurante vasco-gallego. Me dice nuestro cicerone: "Joder, cómo ha mejorado este sitio, cuando vine hace unos años era más de andar por casa...". Nos adentramos en un comedor lujosamente decorado y nos sentamos en una mesa con manteles de hilo y cubertería brillante. Un rato después, cuando ya estamos todos con los menús en las manos y a punto de pedir, regresa el cicerone y nos dice: "Oye, lo siento, que me he equivocado, que no es este restaurante. Que es otro sitio que está aquí al lado...". Pedimos mil disculpas a la mâitre: qué vergüenza pordiós, lo lamentamos mucho; ella se hace cargo: no os preocupéis, no pasa nada. Nos levantamos y nos vamos. "Ya me parecía que había mejorado demasiado..."
Como podéis ver por la foto, salimos ganando con el cambio:
9 comments:
Deberíamos haber puesto una mano al lado del chuletón para ver las verdaderas dimensiones, que en la realidad parecía más grande.
Vaya fama, el cicerone, que además tiene muy abandonada la noche santiaguesa. Ya llevaba unos vinos y alguna birra, pero qué bochorno.
Para contárselo a los nietos...
Era enorme el chuletón, sí señor. Y muy simpática la camarera rumana. Gran sitio, la verdad. A mí me gustan mucho más así, de mantel de papel y vino de la casa.
Lo de la equivocación no tiene ninguna importancia y en cambio sí tiene su gracia... El vino, que es muy malo para la memoria.
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Por cierto, tengo vivísima la imagen de madrugada sentados en las escaleras de las Platerías: la fachada románica, la fuente de los caballos, las copillas... Momento estelar.
¿Y la placa del nombre de la calle? ¡Es genial!
Me alegro de que lo hayáis pasado bien. El chuletón ya se ve que no cabe en un plato.
Un abrazo.
que ganas de viaje de esos de ver con neblina, de santo al cielo que aquí pintan tan poco
je, qué salao!
pero a esa actriz la tengo manía
Sí, Porto, se comieron mucho la cabeza para ponerle el nombre a la calle. No deben de tener hijos predilectos en ese ¿pueblo? de calle única.
Para salá tú, Aroíta, que te acabo de ver de pequeñaja...
¡Qué grande, Conde! ¡Y qué mabalotiana escena en el restaurante!
Por Dios, que se diga aquí públicamente dónde sirven esos chuletones en Santiago. Que se diga ahora, o que se calle para siempre.
Abrazos.
Manuel, sólo faltabas tú allí, haciendo el gallo con la cresta...
No sé cómo se llama. Cerca de la plaza Roja, dentro de una galería comercial.
Abrazos.
Espero este verano desquitarme de la cena en aquel bar de carretera que os endilgué para gloria de la economía (¡aún por encima!) familiar (la imprevisión, qué daño me ha hecho siempre en mis relaciones sociales: menos mal que sois buena gente, si fuese un ligue me hubiera dado la patada).
Disfruta NY, y sobre todo disfruta antes del singular 'paso rubicón': la fiesta (el momento, la gente) es impresionante.
Aperta!
Oye, que lo de "bar de carretera" fue un lapsus lingüe, que era un lugar de postín.
Este verano (casi fijo que iré una semana por tu pueblo) tenemos que ir al Abuelo Conde, que ahora está metido en las entrañas del campo. Como no va ni dios, hay que llamar el día antes a decir lo que quiere cada uno, para que lo compren, porque si no no tienen nada. Pero sigue siendo la leche ese sitio. Qué vieiras, dios!!!
Aún me quedan dos semanas para el Rubicón... y NY. Tengo que empezar a meterme en ambiente Nueva York, para ir disfrutándolo.
Aperta!
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