Monday, February 05, 2007

De compras con un poeta maldito

El poeta en cuestión se llamaba -y se sigue llamando, porque, pese a todo, el tío sigue viviendo tan ricamente (y eso que fuma como un carretero)- Leopoldo María Panero. Muchos lo consideran un exiliado del Parnaso, un protegido de los dioses, un genio sin par, un auténtico Ser Superior (como decía el Buitre de Florentino Pérez); otros piensan, en cambio, que es cáscara sin nuez, puro fuego de artificio, una mezcla ridícula de locura fingida, blasfemia y escatología (o sea, un poquito de "Dios ha muerto" y otro tanto de "caca culo pedo pis", todo bien aderezado con los excesos de una biografía escandalosa). Lo que sí parece claro es que nos encontramos ante el único superviviente de una raza extinta: L. M. PANERO, EL ÚLTIMO POETA MALDITO.
[Vaya por delante que a mí me gusta -y mucho- su poesía]



Bueno, a lo que iba...
Yo tendría unos 20 años (hace nueve, por tanto). Era media tarde. Acababa de ver en vídeo con mi hermano Después de tantos años, la segunda parte de El Desencanto, el famoso documental sobre la familia Panero.
Salí a la calle para cortarme el pelo. Cuál fue mi sorpresa cuando, al pasar por El Corte Inglés de Princesa, veo salir por la puerta a Leopoldo María Panero. Sí, allí estaba, en carne y hueso, el mismo personaje que acababa de ver -tan mitificado, tan literario, tan truculento- en el largometraje de Ricardo Franco.
Seguramente, si no hubiera visto cinco minutos antes aquel documental, ni se me hubiese pasado por la cabeza acercarme a Panero, pero como tenía tan vívidas y recientes aquellas imágenes del poeta maldito (sobre todo las del final, cuando se acerca al banco donde está sentado su hermano Michi, y se ve a los dos paseando por el parque, satisfechos con el reencuentro) me planteé rápidamente la situación y sopesé los riesgos: desde luego, este hombre no está muy bien de la cabeza y nunca se sabe cómo puede reaccionar alguien así. Lo mismo se quiere casar contigo que te manda a la mierda o te da un mal golpe... Pero su apariencia era tan frágil, tan desvalida, tan tierna, que no había nada que temer.
Iba solo, mirando al suelo, fumando un cigarro. Lo que más me llamó la atención es lo limpito y bien vestido que iba el tío, hecho un pincel, con el pelo canoso perfectamente cortado al cepillo. Caminaba despacio, en dirección hacia plaza de España.
Me puse a su altura. Me acerqué y le dije, con mi educación habitual:
-Perdone, ¿es usted Leopoldo María Panero?
Fue como si le despertase de su empanado mundo de ensueño:
-Eh, sí...
Miraba sin mirar, como quien tiene miedo a algo que no sabe descifrar.
-Es que... bueno, he leído algunos libros suyos y me gustan mucho...
-Ahhhh, gracias... -me dijo sin mirarme, como si no le importase lo más mínimo. Su voz era más un balbuceo gangoso que un lenguaje articulado. De pronto, maquinalmente, se giró hacia mí y me espetó-: Oye, ¿puedes hacerme un favor?
-Sí, claro... -dije, sorprendido.
Yo ya empezaba a temerme lo peor. A ver qué favor me pedía ahora éste. Lo mismo acababa metido en un lío de drogas o me hacía una proposición indecente, qué sé yo. ¿Quién me habría mandado ponerme a hablar con un loco?
-¿Sabes dónde está Sara? -me preguntó.
-¿Cómo?
Pensé que ya estaba delirando. Seguramente se había escapado del psiquiátrico y no había tomado la medicación.
-Que si sabes dónde está "Zssara", que me han dicho que está por aquí...
-Ahhh, ¿Zara? Sí, creo que está ahí enfrente... Ah, no, ése es de señoras. Espere, que le voy a preguntar a alguien.
Le pregunté a una señora dónde estaba el Zara de caballeros y me lo indicó.
-Pues me ha dicho esta señora que está por allí, en la otra acera, después de cruzar el semáforo... -le señalé a Panero.
Él miraba mis indicaciones con cara de no enterarse de nada, como si aquello fuese un jeroglífico dificilísimo o un enigma imposible de resolver... Imagino que tampoco tenía muchas ganas de esforzarse y concentrar la atención en aquellas nimiedades.
-¿Me puedes acompañar, por favor? -dijo, con voz de pena, casi suplicante, como si fuese un niño perdido en la feria del mundo.
-Sí, claro...
Emprendimos el rumbo hacia Zara, a paso muy despacio. Él me hablaba mirando al suelo, fumando sin parar. Le daba hondísimas caladas al cigarro, como con desgana. Después de varias caladas, lo tiraba al suelo y se encendía otro. (Panero, esa tortuga que fuma...)
Íbamos tan despacio que el trayecto duró unos diez minutos. La verdad es que me hacía gracia la situación. Me sentía un poco como Tom Cruise en Rain Man llevándole la bolsa de deportes a Dustin Hoffman.
Fuimos hablando todo el rato. Pero no penséis que hablamos de la muerte de Dios ni del futuro de la literatura, ni de "la tecnología del yo" de Michel Foucault o del cuervo de Poe o de los maravillosos Cantos de Maldoror, ni de sus intentos de suicidio o de sus estancias en el manicomio o de la muerte de su madre Felicidad Blanc. No. Lo cierto es que sólo hablamos de tiendas, precios de ropa, calcetines, calzoncillos y cosas similares. Lo juro.
-¿Y Zara es barato? -me preguntó.
-Pues... Bueno, supongo. Yo creo que sí.
-Es que estos cabrones -se refería a los de El Corte Inglés- me querían cobrar no sé cuánto por unos calzoncillos y una camiseta... No te jode.
-Es que es lo que tiene El Corte Inglés -razoné, con toda la sabiduría que Dios me ha dado-, que tienen de todo pero es un poco más caro... Zara sólo tiene ropa y es más barato.
-¿Y venden calzoncillos en Zara?
-Pues no estoy seguro, pero me imagino que sí...
De este estilo fue toda nuestra conversación.
Sólo un par de veces insistió en preguntarme, un poco desconfiado:
-¿Seguro que vamos bien por aquí?
-Sí, sí, si está ya aquí al lado.
Cuando llegamos a la puerta del Zara, preferí hacer mutis por el foro. Pensé que lo mismo a Panero le daría por bajarse los pantalones delante de las dependientas para probarse los calzoncillos y que se iba a montar un escándalo circense en el que prefería no verme envuelto.
-Bueno, pues ya estamos aquí -le dije señalándole la entrada de Zara-. Yo le dejo, que tengo que ir a cortarme el pelo...
-Muchas gracias -me dijo.
Parecía un agradecimiento muy sincero, como si le hubiese rescatado de un naufragio o algo por el estilo. Mientras me marchaba, me giré para echar un vistazo y vi cómo entraba en la tienda el último poeta maldito.

PD: Cuando llegué a casa y se lo conté a mi hermano (que había estado un rato antes viendo el documental conmigo), os podéis imaginar su sorpresa.

[Ya sé lo que os estaréis preguntando, y sí, la respuesta es sí: me cortaron bien el pelo]


En fin, aquí os dejo con un vídeo del susodicho que acabo de encontrar. Bunbury no queda mal del todo, pero el otro da una vergüenza ajena tremenda. Es como el que les ríe las gracias a los tenistas o a los monarcas, pero a otro nivel:


25 comments:

desconvencida said...

¡Me has dejado con la intriga! Este Panero da para todo tipo de anécdotas... un amigo de málaga y el hermano de una amiga tenían varias curiosas de encuentros con él en la Feria del Libro de Madrid, pero hace tanto tiempo que me las contaron que ya no las recuerdo...

No he visto la continuación de "El desencanto", pero tengo ganas...

conde-duque said...

Yo es la única vez que pude verla. Se la dejó un amigo a mi hermano.
Desde entonces siempre miro a ver si la han sacado en DVD o la ponen en la Filmoteca, pero nada...
Por lo que recuerdo, era mucho mejor El Desencanto, pero el final de ésta er muy emotivo.

conde-duque said...

era muy emotivo, quería decir.

Mabalot said...

Te ha quedado un relato cojonudo; me parecía estar viendo al susodicho.
"me giré para echar un vistazo y vi cómo entraba en la tienda el último poeta maldito"; jejeje, en Sara... qué cabrones los de El Corte Incgés no hacerle una rebaja a tan ilustre bate de las letras nacionales...
Sí, es mejor El Desencanto, aunque en el segundo tenemos esos monólogo de Leopoldo sentado en un banco y tomandose los cubatas que tenían mucha "chicha".
¡Brindemos! A la salud del mejor y más loco de la literatura actual por estas tierras...

Martín López said...

La echaron _El desencanto- hace unos años en Vía Digital. La tengo grabada.

conde-duque said...

Brindemos, Mabalot.
Supongo que lo típico y apropiado hubiese sido irse con él de copas, pero así me parece más surrealista. El poeta bendito.

conde-duque said...

Mll, sí. El desencanto se puede comprar hace muchos años. Yo tb la tengo, pero la otra no, y no sé por qué.

Martín López said...

Es lo que tiene leer de prisa. No se trata de El desencanto. Sino de Después de tantos años. ésta no sé si la tengo, ni recuerdo si la he visto. Vale.

Anonymous said...

conde, a mi tambien me gusta mucho como escribes! aun que yo no conozca a este poeta maldito, esta anecdota es muy bonita y me imagino a ti y el poeta caminando por plaza de espana...
pero tu estudias algo de literatura? un besazo

Anonymous said...

Estoy deacuerdo contigo, conde-duque: esperaba que en cualquier momento apareciese su vena loca, pero tú dibujas a un Panero diferente, un mortal cualquiera en busca de un par de calzoncillos a precio de saldo. El resultado es un relato de ficción surrealista. Lo normal es que te hubieses vaciado una botella de wisky en un antro del foro... Me ha encantado

conde-duque said...

Silvia, pues no sé si habrá traducciones al italiano, pero ha escrito varios libros en colaboración con un compatriota tuyo: Claudio Rizzo.
Sí, he estudiado demasiado en mi vida, ya no estudio más...

conde-duque said...

Gracias, Eduardo. Hay que desmitificar un poco. En este caso he contado la historia tal cual pasó. Surrealista total.

desconvencida said...

Mereció la pena esperar, conde-duque... impagable esa anécdota de Panero buscando un Zara... desde luego tu actitud hacia él es mil veces más normal que la del tío este del vídeo, que creo que es Carlos Ann,supongo que el vídeo se rodó a raíz del disco que le dedicó el majo de Bunbury junto con otros artistas a Panero, todo un homenaje merecido, para mi es uno de los mejores poetas españoles vivos y, aunque reconocido, la aureola de "poeta maldito" le acompañará siempre, es una lástima porque seguro que habrá que esperar a su muerte para que todo el mundo le ensalce, como es habitual...

Narrador said...

Muy buena historia y muy Panero.

El video es genial, recitando al gran e e cummings, brutal... no sabia que fuera de su cuerda.

Hay que pedirle al ministerio una partida para financiar la ropa interior de los poetas. Lo que no se es si al de cultura o al de defensa.

conde-duque said...

Descon, lo que importa de un escritor son sus libros, y esos estarán ahí siempre... En este caso, el autor es demasiado "personaje" y se lo come todo. Me temo que ya ha quedado mitificado para los restos...

Narrador, casi mejor que sus lectores hagan colectas para regalárselos, creo yo.

Anonymous said...

Ah, ¡esto es España!: Amancio Ortega viste por dentro a los poetas malditos y Coca-Cola les da de beber. Bendito país.

Maravillosa anécdota, Conde-Duque. Y, esto no es novedad, muy bien contada. Un saludo.

Edmundo Busoni said...

Muy bueno el post, tanto si la anécdota es cierta como si la has inventado: se non è vero, è ben trovato.

O tienes un par de narices, o una admiración desmedida por Panero para acompañarle durante ese trayecto: yo una vez también me crucé con Panero, hace unos cinco años. Fue en la calle Isaac Peral, y él estaba sentado en un banco. Según iba yo caminando en su dirección, pensé: "Pero, ¿será éste Panero? ¿Y no estaba en un psiquiátrico?" En fin, que cuando llegué a su altura vi que me echó una mirada que me dejó acojonado. Pero acojonado. Y concluí: "Efectivamente, era él".

Como para acompañarle a Zara...

conde-duque said...

Bienvenido, Edmundo. Que no me la he inventado, hombre, qué poquita fe...

Anonymous said...

te acabo de responder en mi blog, conde!

Anonymous said...

Muy valiente al acompañarlo, nunca se sabe por dónde podía salir. Te recomiendo un libro de mi profesor de teoría literaria en la facultad, Túa Blesa, "Leopoldo María Panero, el último maldito", creo que era, aunque está bastante agotado. También hay una buena edición de Jenaro Talens en Cátedra.

Miguel Sanfeliu said...

Un post genial e impagable. Un encuentro fascinante.
Yo vi a Panero enla última Feria del Libro de Madrid y en efecto tiene ese aire ausente, como si todo le diera igual. Es desconcertante.
Un saludo.

Portarosa said...

Alucinante. Nunca la búsqueda de un Zara fue tan emocionante.

El Desencanto a mí me parece también una joya. Joya que me dejó perplejo y bastante desasosegado, sobre todo cuando Leopoldo dice algo así como "a los locos se les juzga por el gesto, por el gesto, porque si fuera por el discurso, mis hermanos...".

Un saludo.

conde-duque said...

Gracias, Julio, Miguel y Portorosa. Es un honor que les haya gustado.
Un saludo.

memento said...

Joder, menuda aventura...

AROAMD said...

jeje... te veo en la situación.
No me puedo creer que te quedaras con la intriga de saber cómo son los calzoncillos de Panero...

Pues una vez, estaba yo en el coche (vivo ahí dentro...) en ese cruce, en frente de El Corte Inglés de Princesa. Entonces empecé a sacar cosas del bolso sobre el asiento para buscar el teléfono. Y se quedó ahí encima el libro 'Exploradopres del abismo', de tu amigo. Cuál fue mi asombro, cuando levanto la vista y allí estaba, parado, sin dirección fija, pero en la acera de en frente a la de Panero, Vila-Matas. Miro la solapa, la foto y le miro a él. Joder!, me digo. También, qué cosas, me pareció una tortuga. Igual buscaba un H&M para comprar calcetines.
Sé lo que te estás preguntando, pero no dije nada. Y si me hubiera pedido que me casara con él, le habría dicho que no, no era mi tipo.