Monday, April 30, 2007

La calle de la Bola

La calle de la Bola es un pasillo estrecho que se ilumina los domingos por la mañana como los membrillos de Antonio López en la película-tostón de Víctor Erice. Hay en la calle de la Bola una cafetería de color rojo que me retrotrae al ambiente parisino de los años veinte (ese espacio más de la imaginación que de la memoria). En uno de los lados tiene pintado un cuadro estilo cubista que me gusta mucho, donde sale una especie de Marcel Proust sentado a la mesa con una dama. A veces me paro un rato a mirar el cuadro y saludo a monsieur Proust y a la señora elegante que lo acompaña, me invitan a sentarme con ellos, pruebo la sopa y brindo con vino tinto por la grandeur de la France. Llevan los pañuelos de hilo bien planchados, pronuncian con delectación sus erres sigilosas y tienen la conversación refinada y galante como un papagayo de la aristocracia que se santigua antes de morir envenenado. Me gustaría meterme dentro del cuadro, quedarme en la mesa del fondo, donde nadie me vea, con mi cuadernito de rayas, y no hacer nada: sólo ver la vida pasar... y contároslo un poquito, claro.

Saturday, April 28, 2007

Kaolin

La canción se llama Partons vite. El vídeo es malo con ganas y encima se ve borroso, pero sale una chica estupendísima que todo lo redime (incluidos los cuatro memos que tocan y cantan).

Thursday, April 26, 2007

Variaciones de Ferrater Mora

Para los que hemos estudiado Filosofía, José Ferrater Mora (1912-1991) ha sido como esa especie de cicerone, compañero o mentor que nos guiaba con mano firme y rigurosa por los intríngulis de los conceptos filosóficos. Su monumental Diccionario de filosofía, una obra titánica realizada -recordémoslo- por una sola mano (algo único en el mundo entero), es la Biblia que algunos tenemos apoyada en la mesilla de noche (recordatorio: tengo que comprarme una mesilla de noche, para que la frase tenga sentido); lo hojeamos de vez en cuando, como quien reza un Padrenuestro antes de dormir. Es un claro ejemplo de cómo una obra de encargo o "de circunstancias" puede acabar siendo un producto de extrema calidad. Sólo se necesitan editores con buenas ideas... y un Ferrater Mora para llevarla a cabo, claro. Me temo que hoy en día no hay ni de lo uno ni de lo otro.

Ahora estoy leyendo Variaciones de un filósofo, la antología de artículos dispersos de Ferrater Mora publicada hace dos años en la colección "Biblioteca del Exilio" de Ediciós do Castro (excelente introducción y selección de textos por parte de Jordi Gracia, pero penosa edición, con mil erratas, molestísimas, a cada paso). Extraigo un pasaje de Ferrater que me parece genial, del artículo "Wittgenstein o la destrucción", escrito en 1955:
Hay -o ha habido- genios del amor. Hay -todavía- genios del instinto. Este que nos ocupa es el genio de la desintegración, de la destrucción, de la total ruptura. Algunos filósofos, como Heidegger, nos han invitado a contemplar un mundo "lleno" de nihilidad. Otros, como Sartre, nos han presentado un mundo nauseabundo. Ciertos escritores, como Kafka o Camus, nos han ofrecido la imagen de un universo absurdo. Nuestra época, sin embargo, es más terrible que eso y necesita para reflejarla un genio sobrecogedor. En último término, los mencionados filósofos y escritores nos hacen vivir en la confianza de que hay, todavía, un mundo. Aunque tremenda, la ruptura no es, pues, radical. Tenemos un suelo que tiembla, pero aún tenemos un suelo. El terremoto reduce todas nuestras queridas habitaciones a ruinas. Mas sobre las ruinas se puede todavía vivir. Incluso -rumiamos a veces- se puede reconstruir. Wittgenstein nos deja, en cambio, huérfanos de estos tristes despojos. Pues cuando con las ruinas desaparece el suelo, y con el árbol desgajado sus raíces, no tenemos siquiera donde apoyarnos, y nuestra vida no es ya un sostenerse en la nada o un afrontar con lucidez el absurdo, sino un completo desaparecer.

Siempre he odiado las sectas filosóficas y he huido de ellas como de la peste (que es lo que son), pero si quisiese entrar a formar parte de alguna seguramente me haría "integracionista", que además de sonar muy guay es la forma más grupal de negar toda pertenencia a un grupo.
Cuando Pla le hizo una visita en el colegio femenino Bryan Mawr de Pensilvania donde daba clases, se sorprendió de lo bien que vivía Ferrater –magnífico sueldo, casa confortable, cochazo rojo- en Estados Unidos (“por pocas ganas de trabajar que se tengan, uno puede ganarse muy bien la vida en las cosas más absurdas, incluso ejerciendo o profesando la filosofía”, apostilla con gracia Pla) y se lamentó amargamente de que no hubiese empezado todavía el curso, “porque ver mil señoritas en un paisaje suave y en un tiempo otoñal no es una cosa que ocurra cada día”.
Tengo la curiosidad de ver alguno de los cortos de superocho que Ferrater Mora filmó en Estados Unidos, como ese en el que cantan los pájaros y una chica de uniforme intenta suicidarse pero no lo consigue. A ver si algún alma caritativa los cuelga en YouTube.

Foto realizada por Ferrater Mora en Girona.

Wednesday, April 25, 2007

Esperando a Dodot

Hoy es un día triste para el mundo, pero no busquéis la noticia en los periódicos ni en los telediarios. Sólo algunos pocos estamos al tanto de la mala nueva: don Dodot nos abandona, porque no tiene tiempo para seguir con su blog de aforismos. Ya en su día le hice un humilde homenaje en estas páginas (aparecía allí junto a otro de los grandes: Luz Tenue).
Lo que más me asombra de este genio desconocido es su sostenida modestia, que estoy convencido de que es sincera.
Que no, don Dodot, que es usted grande, muy grande, que nos ha hecho disfrutar como pocos y que se merece un reconocimiento mucho más amplio que el de estos cuatro gatos que pululamos por aquí. Abandone su blog si es preciso, pero siga escribiendo sus genialidades en un cuadernito, en la palma de la mano o en una servilleta. No las deje escapar, por favor. No le haga eso al universo. Ya llegará el día en que pueda compartirlas con todos.
He escogido unas últimas perlas:
Los caramelos
"Creo en la bondad innata del ser humano por los caramelitos para regalar que ponen en las tiendas, la gente coge uno cuando nadie mira y se siente culpable"
Los puntos
"En España el carnet por puntos es ridículo, sería mucho más útil que las autoescuelas nos enseñasen a conducir borrachos"
El bajón
"Todas las mujeres me llaman feo pero no me engañan, sé que sólo lo dicen para desanimarme y llevarme a la cama"
El príncipe
"Mi hermana está abatida desde que murió el vecino de enfrente, creía ver en él a su príncipe azul y eran problemas circulatorios"
La seguridad
"Yo tengo tanta seguridad en mí mismo que antes de entrar en las discotecas pregunto si hay suficientes tíos para motivarme con la competencia"
Aquí estaremos esperándole siempre, don Dodot.
Muchas gracias por todo, de verdad.

Monday, April 23, 2007

El Día sin Libros

Como hoy, según dicen, es el Día del Libro, he decidido poner un vídeo musical. No pienso leer ni una sola línea que no sea por cuestión de trabajo; hoy voy a ser un inculto absoluto, irredento, vocacional, y que se jodan los consejeros de Cultura (esos seres tan inservibles como caros)... El grupo se llama Rilo Kiley y la canción Portion for Foxes.


Si Cervantes y Shakespeare hubieran intuido la cursilada de Sant Jordi en Barcelona o la chorrada de La Noche de los Libros en Madrid, seguro que habrían elegido otro día para morir. Según he visto en el panfleto que reparten por la capital del reino, hoy se organizan por aquí muchos talleres, conciertos, conferencias y gilipolleces varias para culturizarnos un poco a la plebe, que es que somos más brutos que un arao, joder, a ver si leemos un poco. Si es que, si no fuese por estos maravillosos políticos que nos culturizan... seríamos unos auténticos lerdos.
Por ejemplo, para sublimar nuestro espíritu hoy va a tocar en Madrid Sophie Auster, la hija de ese escritor tan prestigioso y glamuroso adorado por la crítica y el público -sobre todo si son franceses o afrancesados- que lleva escribiendo el mismo libro desde hace veinte años y que, no contento con eso, dirigió una de las peores películas de la pasada década (Lulú on the bridge se titulaba el engendro; creo que ha reincidido en el delito, el tío, pero como es el Gran Intocable de la literatura contemporánea, a ver quién es el guapo que se atreve a rechistar; volverán a decir que ha hecho una gran película. Yo comprendo que sea el ídolo de todos los editores del mundo, por la cantidad de libros que vende, pero tampoco veo que sea para tanto, la verdad: es entretenido y escribe bien, pero se repite más que el ajopuerro). Por lo visto la nena -que está bastante buena, todo sea dicho- canta canciones intelectualillas de poetas franceses de Entreguerras. O sea, lo más In del universo fashion fashion superculto. Jo, tía, qué cool...
Estoy por comprarme unas gafas negras de pasta e imbuirme de toda la Cultura que nos rodea. Con un poco de suerte me follo a Sophie y se me pega algo.

La hija de Auster, icono de la Cool-tura.

Sunday, April 22, 2007

Personajes de la infancia

Hay personajes de la infancia de nombres sonorosos y cervantinos que se quedan con nosotros para siempre, agazapados en el subconsciente más profundo, y de vez en cuando asoman su cabecita para amenizarnos los sueños nocturnos. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, a Charolín y Mediasuela, Pepe Pótamo y Só-só, Maguila el Gorila, Yogui y Bubu, Yaqui y Nuca, Woody Woodpecker (más conocido como el Pájaro Loco), el lagarto Juancho, Willy Fog, Pierre Nodoyuna, Pixie y Dixie (como decía la ministra de Incultura), la pequeña Lulú, el gallo Claudio, Scooby y Shaggy, la Hormiga Atómica, etcétera? El último gran héroe de esta secta debería ser, sin duda, Chorizón.

Pepe Pótamo y Só-só.
Puede parecer una tontería, pero yo creo que todos estos personajes e historias han marcado nuestro destino de algún modo. No me preguntéis cómo, pero podéis especular. Se admiten hipótesis.
Nunca olvidaré que mi primer mito erótico fue Milady, la gata mala de los Mosqueperros, paradigma de femme fatale, siempre tan sexi y misteriosa, que aparecía sólo un instante entre las cortinillas de su carroza con los ojos brillantes y su sonrisa arrebatadora, remarcada por una musiquilla muy sensual (era un instante de puro sexo, creo yo; una petit mort, que dicen los cursis, esto es, los gabachos y gabachófilos).
La abeja Maya y Lilly (la compañera de Sport Billy) quisieron robarme el corazón, pero la que me tuvo enamorado de verdad, colgadísimo, fue la sobrina de los Monster (véase la foto de abajo). Por el contrario, Ruth, la de Barrio Sésamo, ha representado siempre para mí el tipo de tía que me desagrada, que no puedo soportar, ni física ni intelectualmente (¿y a que el panadero Chema es "ese amigo amable y porrero que nunca querrá salir del armario"?). No sé, es ver una Ruth por la calle y me entra el mal rollo, no sé por qué... Y todo por culpa de Espinete, ese erizo de color rosa que andaba todo el día en bolas y se ponía pijama para dormir (como dijo nosequién en un monólogo de la tele).
La maravillosa Marilyn Monster.
PD: Una duda trascendental: ¿Esto me lo he inventado yo, o en la serie de Calimero la canción del final decía: "¡Calimero, blanco y negro, bebámonos un vaso de vinillo blanco y tinto...!" (juro que me suena eso, pero me extraña mucho, claro).
PD2: A medida que vaya recordando más cosas, iré prolongando este post sobre personajes de la infancia, que promete ser infinito, como "aquellos veranos de mercromina y nocilla" (esta frase genial, de lo mejor que he oído últimamente, se la leí el otro día a mi querida amiga Desconvencida). Podéis ayudarme a recordar, please.

Saturday, April 21, 2007

Moyano revisited

Paseo mañanero por mi pueblo, siguiendo uno de los itinerarios habituales: de Conde-Duque al Palacio de Oriente, de éste a la Plaza Mayor, y desde aquí hasta la glorieta de Atocha, con una breve parada para desayunar -como Dios manda- un café con churros en una terraza al sol... Sí, tenéis toda la razón: ¡qué vida más dura la de este hombre!
La cuesta vista desde abajo.
La noticia de hoy es que han vuelto a abrir la Cuesta de Moyano con sus casetas de libros. Además, ahora es una calle peatonal y mucho más espaciosa. Da gusto pasear por allí. (Es lo bueno que tiene la proximidad de las elecciones, que los políticos se afanan en inaugurar todas las obras con las que nos han estado puteando en los últimos años).

La cuesta vista desde arriba.

Cuando he pasado por allí todavía estaban colocando la mayoría de los puestos y había poca gente. El señor mayor del guardapolvos azul -esa típica bata de impresor o tipógrafo- ha volcado un montón de libros sobre la mesa y ha puesto el cartel de "0'20 euros cada volumen". He hurgado sin mucha esperanza de encontrar algo interesante, pero la verdad es que he visto algunas cosas que me resultaban apetecibles. Ya sabéis que soy un poco escrupuloso con los libros usados, pero aun así me he comprado estos cinco: El difunto Matías Pascual de Luigi Pirandello, La maldición de los Dain de Dashiell Hammett, La gran dama de Pearl S. Buck, La huella de Dios de Maxence Van der Meersch y La casa de las dunas del mismo autor. Por supuesto, las ediciones son cutres, pero míticas: los dos primeros de la Biblioteca Básica Salvat de Libros RTV, el tercero de la Colección Goliat de la editorial Planeta y los dos útimos de Ediciones G.P./Plaza y Janés.

Una efigie de don Pío preside la Calle de los Libros Usados.

No diréis que esta vez no he comprado barato: cinco libros por un euro. Sólo con lo que he disfrutado hojeándolos en el autobús de vuelta a casa ya he amortizado el gasto con creces. Es cuando más disfruto los libros: cuando los hojeo volviendo a casa en el autobús o cuando me tumbo en la cama a echarles el primer vistazo. Después siempre me acaban decepcionando, los muy cabrones, pero en ese ratito prometen el paraíso y, en cierto modo, me lo dan.

Friday, April 20, 2007

Estampas de Vilanova de Arousa


Fotos: Vilanova de Arousa, verano de 2006. La última es mi preferida: está sacada desde enfrente, desde la isla de Arosa. Si os fijáis, sale mi sombra

Thursday, April 19, 2007

Camba en la ciudad automática


Nació el 16 de diciembre de 1882 en Vilanova de Arousa, precioso pueblo de la provincia de Pontevedra. Resulta curioso lo poco que se parece -en su forma de ser y de escribir- a su paisano Ramón María del Valle-Inclán, siempre tan estrambótico y florido.
De joven embarcó como polizón hacia Buenos Aires y dos años después fue deportado a España por anarquista. Entonces publica algunos versos y comienza a colaborar en el Diario de Pontevedra, como nuestro amigo Jabois. En 1903 viaja a mi pueblo, Madrid, donde escribe para El País, España Nueva o Lunes de El Imparcial.
Recorrió el mundo como corresponsal: manda sus crónicas desde Constantinopla para La Correspondencia de España; viaja a París, Londres y Múnich como redactor de El Mundo; desde entonces trabaja para ABC y se instala en Berlín hasta el comienzo de la I Guerra Mundial; en 1916 realiza su primer viaje a Estados Unidos, donde volverá tras el crack del 29; en los años veinte viaja por Europa y escribe La casa de Lúculo o el arte de comer, seguramente su libro más famoso.
Pues bien. Resulta que he cogido en la biblioteca su libro La ciudad automática, también conocido como el Santo Grial de los libreros-usureros. En las primeras páginas explica su relación de amor y odio con Nueva York:
Me paso la vida acechando la menor oportunidad para venir aquí, llego, y en el acto me siento poseído de una indignación terrible contra todo. Nueva York es una ciudad que me irrita, pero que me atrae de un modo irrestible: la vorágine, el abismo, el pecado, las mujeres fatales, las drogas malditas...
Para mí Nueva York es la ciudad romántica por excelencia. ¿Conciben ustedes nada más romántico -para poner un ejemplo concreto- que esto de prohibir las bebidas alcohólicas a fin de elevar a la categoría de delito el acto de tomarse un aperitivo?
Nueva York es, ante todo, el momento presente. Es el momento presente sin más relación con el porvenir que con el pasado. El momento presente íntegro, puro, total, aislado, desconectado. Sólo Nueva York ha acertado a encarnar nuestra época, y probablemente ésta es la verdadera causa de que la gran ciudad nos atraiga y nos rechace a la vez de un modo tan poderoso. Nos atrae porque uno no puede vivir al margen del tiempo, y nos rechaza por la estupidez enorme del tiempo en que le ha tocado vivir a uno.
A Julio Camba lo que le gustaba de verdad era la buena vida: conocer gente, visitar ciudades, comer y beber bien, hacerse colega de los camareros, charlar con sus amigos... Por la noche, antes de que cerraran las rotativas del periódico, escribía su articulito del día y lo mandaba a la redacción, como quien elabora el menú de la jornada siguiente: primero, segundo, bebida y postre.
En 1949 se retiró a la habitación 383 del hotel Palace de Madrid. Debe de ser eso que los profesores de literatura llaman "el exilio interior". (Por cierto, que la otra noche estuve en el Palace, en una fiesta de artistas modernillos, con homenaje a Warhol incluido; vamos, el timo más ridículo, "divino" e institucionalizado que he visto en mucho tiempo; cómo me reí de aquellos tontos impresentables; daría para un buen artículo de Camba; si eso intentaré escribirlo un día de éstos...)
Camba murió el 28 de febrero de 1962, después de una vida repleta de aperitivos, ciudades, charlas, mujeres, postres y copas.

Monday, April 16, 2007

Sunday, April 15, 2007

Una mañana en el Rastro

He retomado mis paseos infinitos por la gran ciudad, a ver si con el cansancio físico soy capaz de vencer al insomnio. Madrid es mi pueblo y yo lo recorro de arriba abajo, de izquierda a derecha, de este a oeste, sin parar, como si nunca se acabase: soy un vagabundo eterno, silencioso y emocionado, de piernas inagotables, como el famoso conejito de Duracell. Siempre hay nuevas callejuelas y personajes por descubrir...
Una señora de posguerra
Hoy he ido al Rastro. Para redondear la mañana dominguera sólo ha faltado el vermut y las gambas a la plancha o la ración de oreja, pero como en esta ocasión iba solo y no me apetecía rumiar mi soledad entre gritos y risas ajenas me he vuelto a casa con el estómago vacío.
La plaza de Tirso de Molina estaba tomada por adeptos de la III República. Prácticamente todos llevaban el mismo uniforme: pantalones de rayas multicolores y camisetas negras de tirantes, peinados kaleborroka ellos y con rastas ellas, y muchos piercings por la cara. Son más mayores que yo, a algunos se les ve bastante cascados, pero supongo que tienen el corazón joven y utopista, no como yo, que estoy cansado del futuro y me asquea la política. He curioseado entre sus pósters, banderas, pancartas y panfletos. Sospecho que no han leído a Lerroux ni a Azaña ni a Pla. Ni falta que les hace, claro. Como a Marichalar.

Piernas colgantes

Después he bajado por la calle de Curtidores bordeando el mercadillo y he accedido a mi calle favorita: la de los cuadros al óleo. He visto uno muy bonito, estilo Turner pero de colores apagados, con un marco precioso, avejentado. Costaba 150 euros. Demasiado para mi raquítico bolsillo. Y como no se me da bien lo de regatear (no puedo, no me gusta, me resulta incómodo...), pues nada: adiós y gracias, perdone las molestias.
En un recodo de la cuesta estaban tocando unos músicos de jazz venidos del Este de Europa. Se había formado un corro de gente a su alrededor y me he quedado un rato escuchándolos. Daba gusto verlos. Cómo disfrutaban los tíos, llevaban la música en la sangre. Desde luego, era lo suyo. Les he dejado unas monedas.

El Rastro del caos

Después he estado curioseando un rato en los puestos de libros. En uno de ellos he presenciado uno de los espectáculos que más detesto: esa especie de engaño sistemático, la mentira innecesaria, la falta de escrúpulos y el exceso de palabrería hueca. Ya sé que estos ambientes funcionan así y que tampoco es para tanto, pero es que al ver estas cosas me siento -no sé cómo decirlo- un poco "degradado" por dentro. Esto es lo que ha pasado: una señora trataba de venderle unos libros al librero; se veía que ella necesitaba urgentemente el dinero y que no tenía ganas de regatear, que iba a aceptar lo que le diera, sin rechistar. Lo peor era la palabrería tramposa -totalmente innecesaria, como digo- del señor, mientras repasaba los ejemplares de la señora con avidez de usurero: "Es que mire, señora, la cosa está muy mal, la gente no lee, no vendo nada, mire, no hay casi huecos... Sólo le puedo comprar estos dos, ¿cuánto quiere por ellos?" La señora le dice una cantidad bastante baja, y el librero -que sabía que el valor de los libros era muy superior- le ha ido rebajando la cantidad todavía más, hasta que al final le ha comprado los dos libros -uno de Julio Camba y otro de Isabel Allende, ambos en muy buen estado- por cuatro euros. La señora se va con su dinero y el librero pone las dos piezas en primera linea de fuego. Cojo el libro de Camba y empiezo a hojearlo. Veo que está genial: primera edición de La ciudad automática, crónica de sus viajes por Estados Unidos. Le pregunto cuánto me cobra por el libro y me contesta todo serio, como si aquello fuese el Tesoro del Santo Grial: "Diez euros". Me sonrío y le digo: "¡Pero si acaba de comprar los dos por cuatro euros...!". Con una sonrisilla mezquina, de pícaro tramposo pillado in fraganti, responde: "¡Y qué! ¡Eso no tiene nada que ver!".
Por supuesto, ahí se ha quedado con su Camba. Como me ha picado un poco la curiosidad y me apetece leerlo, lo buscaré en la biblioteca la próxima vez que vaya.

Libros, libros, libros

Lecturas de insomnio

Noche de insomnio. Supongo que es el castigo de los dioses por haber trasnochado ayer. Entono en la terraza, mirando al cielo, los acordes fingidos del mea culpa. Ni siquiera las pastillas para dormir hacen efecto...
Después de cientos de vueltas en el colchón, dos o tres programas de radio escuchados sin ganas y decenas de pelos desperdigados sobre la almohada (maldita manía de amasarme la cabeza), me levanto de la cama, vengo al salón y curioseo un poco en la biblioteca de libros antiguos de mi padre. En los estantes predomina el color hueso, a veces más oscuro, tirando a ocre, a veces macilento (las cubiertas de la mayoría de los libros son de piel de oveja, o eso, al menos, nos han vendido siempre en casa). En las primeras y últimas páginas suele haber dibujos, garabatos, versos o intentos de firmas realizados por antiguos propietarios. Se ve que están hechos con plumas mojadas en tinta. Intento imaginar las vidas de esos seres de los que me separan tantos años... En ocasiones, incluso, siglos.
Todo es silencio. Sólo me observan las fotografías de los muertos. El reloj de péndulo está parado. A alguien se le olvidó darle cuerda.
Abro una edición medio carcomida de Las tres musas últimas castellanas. Segunda cumbre del Parnaso español, de Don Francisco de Quevedo y Villegas, Cavallero de la Orden de Santiago, Señor de la Villa de la Torre de Juan Abad. Año 1729. Plieg. 40. Con licencia: en Madrid. A costa de Don Pedro Joseph Alonso de Padilla. Hallaráse en su Imprenta, y Librería, en la Calle de Santo Thomás, junto al Contraste. Leo el segundo soneto del libro, titulado "A la brevedad de la vida": "Cómo de entre mis manos te resbalas,/ ò cómo te deslizas, vida mía?/ qué mudos passos trae la muerte fría,/ con pisar vanidad, sobervia, y galas!/ Ya cuelgan de mi muro sus escalas,/ y es su fuerza mayor mi cobardía;/ por nueva vida tengo cada día,/ que el tiempo cano nace entre las alas,/ O mortal condición! ò dura suerte!/ que no puedo querer vèr à mañana/ sin temor de si quiso vèr mi muerte!/ Qualquier instante de esta vida humana/ es vn nuevo argumento, que me advierte/ quán frágil es, quán mísera, y quán vana".
Escojo ahora las Memorias de ultra-tumba, por F. A. de Chateaubriand, traducidas por don Francisco Madina-Veytia y publicadas en la Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig, Madrid, 1855. Leo el último párrafo del libro:
Al trazar estas últimas palabras hoy 16 de noviembre de 1841, mi ventana, que cae al Oeste de los jardines de las misiones extranjeras, está abierta: son las seis de la mañana: diviso la luna pálida y creciente que desciende sobre la flecha del campanario de los Inválidos, revelada apenas por el primer rayo dorado del Oriente: no parece sino que el mundo antiguo acaba y empieza el nuevo. Veo los reflejos de una aurora cuyo sol no veré aparecer. Sólo me queda sentarme al borde de mi tumba, después de lo cual bajaré resueltamente con el crucifijo en la mano a la eternidad.
El tono puede resultar demasiado hinchado y solemne, pero para mí estas últimas líneas de la autobiografía del Vizconde desprenden una poesía tan hermosa y trágica que, a estas horas de la noche, estando solo con los muertos, me conmueve un huevo.

Friday, April 13, 2007

Frances Farmer: carácter y destino

Actriz de fuerte carácter, inteligente y muy atractiva, Frances Farmer nació en Seattle el 19 de septiembre de 1913. Se puede decir que, hasta que se le torció el destino a los 29 años, fue una mujer de éxito moderado en el Hollywood de los años treinta. Con su habitual prosa cruda y afilada, así cuenta Kenneth Anger su descenso a los infiernos:
Su derrumbe empezó con un accidente banal: arresto por una violación de tráfico sin importancia la noche del 19 de octubre de 1942, en Santa Mónica. Fue multada por conducir sin licencia y ebria, llevando los faros apagados, en cierta zona de la carretera de la costa del Pacífico. Frances odiaba a los policías; a partir de ese momento se convirtieron en sus demonios personales. A los patrulleros que la insultaron y trataron con arrogancia, se les enfrentó con paralela hostilidad, y tras el combate verbal terminó arrastrada a la cárcel de Santa Mónica.

No mucho después, la arrestaron en el hotel Knickerbocker de Hollywood por incomparecencia ante el oficial de guardia; todo esto ocurrió en medio de un comportamiento histérico, durante el cual dislocó la mandíbula de su peluquera en el Estudio, perdió su jersey en medio de una etílica batalla en un club nocturno y, como guinda, salió corriendo topless en medio del tráfico de Sunset Strip. Los policías reavivaron su paranoia golpeando violentamente su puerta y abriéndola con una llave maestra para entrar armados y con esposas. Ella se escondió en el cuarto de baño. Los agentes forzaron la cerradura y, tras un salvaje forcejeo, la arrastraron desnuda hasta el vestíbulo del Knickerbocker. En la comisaría de Hollywood pegaron un respingo cuando la "nueva Garbo" rellenó el espacio dedicado a "Profesión" con la palabra "Mamona".Cuando el juez la interrogó acerca de su dependencia de la bebida, Frances replicó en voz alta: "Oiga usted, acostumbro a poner alcohol en mi leche. Y en mi café. Y en mi zumo de naranja. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me muera de hambre? Bebo todo lo que puedo conseguir, incluida la benzedrina".
Frances se negó a participar en los trabajos manuales de la prisión. La empujaron hasta una clínica privada, donde hubo de enfrentarse durante tres meses al pavoroso tratamiento diario de la insulina (un método totalmente descartado hoy día).
En 1944 fue declarada loca y confinada en Steilacoom, Washington. Dijo: "Nenes, al fin y al cabo estoy de nuevo en casa".

(Kenneth Anger, Hollywood Babilonia)

Un pasalabolayquenovuelva

Me pide Mar Calíope que diga cinco cosas que me gustaría hacer. El orden lógico-cronológico sería el siguiente:
1. Publicar un best-seller.
2. Dirigir la peli basada en mi best-seller.
3. Con el dinero ganado en 1 y 2, irme a vivir a Roma una temporada larga y escribir -ahora sí- un libro decente.
4. Viajar a Nueva York en este 2007.
5. Tomar paella en Egipto con Mar (a ver a qué sabe eso, coño, qué curiosidad).
Le paso la bola a Xavi, Alfonso y Narrow, si les apetece.
Por cierto, que me dice Julio que al abrir mi blog sale "una publicidad emergente un poco coñazo". Primera noticia. ¿Sabeis si se puede quitar eso? (¿Qué anuncian? Por lo menos me podían pagar algo, digo yo, para ir tirando mientras fabrico el best-seller).
Ah, y me haría mucha ilusión saber quién me lee casi a diario desde la Queens University de Belfast, en el Reino Unido: asome su cabeza, please, and let us know who you are.

Tuesday, April 10, 2007

Las tijeras de la censura

Cortar y pegar es una tarea múltiple, reproductora, infinita. Desde el cirujano plástico que redime los complejos del paciente hasta el artista modernillo que hace collages para ciegos, pasando por el zapatero remendón o el último antólogo de poesía clueca, todos somos censores en mayor o menor medida. Sí: desde que abrimos los ojos al despertarnos, cada mañana, ya estamos cribando, juzgando, seleccionando. Somos maniáticos del zapping. Alguien tendría que venir por la noche a recomponer los desechos y hacer un vídeo con nuestras imágenes olvidadas. Según Freud, ese "alguien" se llama Sueño.
En Cinema Paradiso salía el típico cura de pueblo de la época, severo protector de la moral, que hacía sonar la campanilla cada vez que veía un beso en la pantalla. Alfredo, el proyectista, tenía que cortar los fotogramas pecaminosos para que el demonio de la Lujuria no manchase la pureza de la gente, que protestaba airada cada vez que había un salto en la película. Años después, el pequeño Totó encontraría los recortes censurados. Al verlos proyectados, seguidos, todos juntos, el hombre se emociona, como es natural:

Monday, April 09, 2007

"Tierra nueva", de Hamsun y Bances

(Foto: el actor Max Von Sydow haciendo de Knut Hamsun. Gracias por la advertencia, Xavi)

La culpa de que os endiñe más párrafos copiados es, en este caso, de José Manuel Benítez Ariza, que en su Columna de Humo ha recordado la colección de bolsillo de Ediciones G. P., de los años sesenta (información bursátil: en su día costaban 15 pesetas, ahora a él le cuestan 60 céntimos en las librerías de lance... y a mí dos euros en la Feria de Recoletos).
Al echar mano de mis knuthamsuns, me he encontrado con este principio de la novela Tierra nueva. Me conformaría con escribir así cuando sea mayor. Amanece en la ciudad:
Por Oriente, por donde sale el sol, se extiende una franja metálica de delicada calidad. La ciudad comienza a despertar; aquí y allí se percibe ya el rodar lejano de los carros que vienen del campo, grandes y pesados, carros rústicos que traen cosas al mercado: heno, carne y leña. Por las calles, los carros hacen bastante ruido, pues aún hiela un poco por las noches. Estamos a fines de marzo.
En el puerto no se percibe el menor ruido. Acá y allá se divisa un marinero soñoliento sobre la cubierta de algún barco; los patrones, a medio vestir, asoman la cabeza por sus camarotes y miran qué tiempo hace, mientras el mar calla, sosegado y tranquilo. Comienzan a abrirse los almacenes. Pasan hombres arrastrando cables y carretillas, bostezando, medio dormidos; comienzan las operaciones de carga y descarga de los barcos.
En las calles se van abriendo puertas, una tras otra; los aprendices barren las tiendas y sacuden el polvo de los mostradores.
En la gran casa de comercio H. Henriksen, el hijo está ya sentado ante su mesa y hojea la correspondencia.
Un joven atraviesa con paso cansado y soñoliento la plaza de la estación; viene de una cervecería, donde ha estado con unos amigos, y está dando un paseo antes de acostarse.
Sirva también esta cita de humilde homenaje al soldado desconocido R. Pérez Bances, traductor del libro, que seguro que puso mucho de su parte (imagino que no lo tradujo del noruego, sino del francés o del inglés, por lo que el parecido con el original debe de ser mera coincidencia).
[Perdonémosle los dos "soñolientos" tan cercanos.]

(Foto: Knut Hamsun haciendo de sí mismo)

Sunday, April 08, 2007

Galaxie 500

The Pixies, Sonic Youth, Yo la Tengo, Sebadoh, Pavement, Nirvana... Supongo que hubo un tiempo en que adoraba los gallos, como los de esta canción:

La Parasceve según Papini

No sé si será por culpa del efecto retardado o por esa manía socrática que tiene uno de llevar siempre la contraria, pero hoy, Domingo de Resurrección, me ha dado por ponerme a leer el relato de la Pasión que hace Giovanni Papini en su Historia de Cristo. Sólo copio un trocito, que me canso y os canso, pero si alguien lo tiene a mano le recomiendo que siga leyendo, porque hay algunos párrafos impresionantes, llenos de intensidad y fuerza, que tendrían que figurar -creo yo- en cualquier antología de Literatura de la Buena:
La tétrica caravana se puso en movimiento. Iba delante el Centurión, a caballo, aquel a quien Tácito llama, con terrible brevedad, "exactor mortis". Inmediatamente detrás, en medio de los legionarios armados, Jesús y dos ladrones que habían de ser crucificados con él. Los tres llevaban la cruz a cuestas, según el uso romano. Y tras ellos el tumulto y pisoteo de la chusma necia, que íbase aumentando a cada paso, de cómplices y curiosos.
Era la Parasceve, el día de la Preparación, la última vigilia de Pascua. Pieles de cordero estaban tendidas al sol, por millares, en los terrados; y cada casa lanzaba su columna de humo que se abría en el aire, delicadamente, como la corola de una flor, para perderse luego en el cielo, vibrante de fiesta. De los callejones desembocaban en las calles las viejas de narices malignas, mascullando anatemas; niñitos con la cara sucia, que correteaban con paquetes bajo el brazo; hombres barbudos que llevaban a cuestas un cabrito o una barraca de vino; burreros llevando de la cabezada a los asnos con el hocico bajo; muchachas que clavaban sus ojos desvergonzados y melancólicos en los forasteros que andaban, muy circunspectos, aturdidos por aquel barullo de fiesta.
(G. Papini, Historia de Cristo, tomo II, Editorial Voluntad, Madrid, 1929, pp. 293-294)

Friday, April 06, 2007

Cine: el eterno retorno de la imagen

"La fotografía es verdad. Y el cine es verdad 24 veces por segundo" (Jean-Luc Goddard).


La inocencia del devenir. El eterno retorno de lo idéntico. Heidegger lo explicó con su verborrea imposible:
El término «retorno» piensa el volver consistente de lo que deviene para asegurar el devenir de lo que deviene en la permanencia de su devenir. El término «eterno» piensa el volver consistente de esa constancia en el sentido de un girar que vuelve a sí y se adelanta hacia sí. Pero lo que deviene no es lo continuamente otro de una multiplicidad que varía sin fin. Lo que deviene es lo mismo mismo [das Gleiche selbst], es decir: lo uno y mismo (idéntico) en la respectiva diversidad de lo otro. En lo mismo se piensa la presencia en devenir de lo idéntico uno. El pensamiento de Nietzsche piensa el constante volverse consistente del devenir de lo que deviene en la presencia una del repetirse de lo idéntico.

Thursday, April 05, 2007

Caso Janouch: el timo de Destino

Yo entiendo que hay que vender libros y esas cosas, pero también debe haber ciertos límites marcados por la decencia. La vergüenza torera, que dicen. La dignidad, eso que les permite dormir bien a los no insomnes y caminar con la cabeza alta por la calle a los bien alimentados. Pues eso es lo que yo creo que ha faltado en este caso por parte de la editorial Destino.

Me diréis que no es para tanto y que se ven a diario cosas mucho peores en este mundillo de los libros. Seguramente, pero en este caso la cuantía del delito se ve magnificada por la dimensión de la persona contra quien se comete, pues estamos hablando de uno de los clásicos del siglo XX: Franz Kafka. (Yo creo que en un arte ocioso e inútil como el literario no pueden valer las leyes de la democracia. La igualdad sería una injusticia. Que vendan todos los Códigos da Vincis que quieran, que me parece bien, pero que no utilicen torticeramente a los grandes para enriquecerse.)
Dice la contraportada de la edición española de Conversaciones con Kafka, de Gustav Janouch: "Un libro bellísimo y cargado de emoción, que nos presenta a un Kafka íntimo y humano. La cara desconocida del genio". Y un poco antes se atreven a comparar este libro ¡¡¡¡con las Conversaciones con Goethe de Eckermann!!!! Lo de "bellísimo y cargado de emoción" lo podemos admitir, porque después de todo es cuestión discutible y subjetiva, pero lo de que presente "un Kafka íntimo y humano" es de risa. No he visto un Kafka más artificial, pedante y acartonado que el que aparece en este libro. Quiero decir que Kafka no aparece por ningún lado, no está, no es, no brilla ni por su ausencia. En la comparación con Eckermann no hace falta ni entrar, por grotesca y desvergonzada.

En ningún lugar del libro (y mucho menos en la cubierta) se hace mención al más que probable carácter "apócrifo" de estas conversaciones de Janouch con Kafka. Vamos, que este libro lo escribió el tal Janouch, sí, pero que de las frases que pone en boca de Kafka no hay que creerse nada de nada. No habría que aceptar como verdadera ni una sola (creo yo).

Abrí el libro con total credulidad e inocencia, pero me bastó leer las explicaciones sobre la historia del libro que hace el propio autor en el prólogo a la segunda edición para saber que estaba ante un auténtico timo. Así entiendo yo, al menos, la explicación: cuando era joven Janouch conoció a Kafka, que era compañero de oficina de su padre; años después, tras todas las humillaciones y derrotas que tuvo que sufrir como judío de Praga durante la Segunda Guerra Mundial, y cuando Kafka ya gozaba de reconocimiento póstumo en todo el mundo, Janouch estaba en la miseria más absoluta; entonces decidió sacarse de la manga este libro de conversaciones con Kafka y ganar un poco de dinero para salir adelante (es comprensible que lo hiciera). Después de todo, Janouch siempre había tenido ínfulas literarias. El apoyo de Max Brod, que no sé si tendría también parte en el negocio (imagino que sí, porque el tío no hizo otra cosa que vivir a costa de su amigo muerto), bastó para darle un aire de rigor y veracidad al asunto.

Me lanzo al vacío y sin paracaídas: no soy un experto investigador sobre la obra de Kafka, pero mi poquito de sentido común me basta para concluir que este libro es un bluff y que la editorial Destino pretende sacarle jugo al timo obviando las dudas más que razonables sobre el tema. Vamos, que la editorial está intentando timar a sabiendas al comprador.
Gracias a Dios (hombre precavido vale por dos), cogí el libro en la biblioteca y no me he gastado un duro en la apuesta. Así no me he sentido tan timado; sólo un poco, colateralmente, en cuanto lector inocente y ciudadano que paga sus impuestos (y por eso lo denuncio aquí, donde puedo).
Ya hablé en su día de otro libro apócrifo, en aquel caso de Nietzsche, pero el espíritu y la letra son totalmente distintos. A mí me parece que el autor anónimo de aquel libro lo hizo por admiración hacia Nietzsche; en cambio, este Janouch, que grita su idolatría sin límites por Kafka, lo que hace es apropiarse rastreramente de su figura. Y lo peor de todo, como digo, son las artimañas de la editorial para seguir vendiéndonos, cincuenta años después, ese robo.

Monday, April 02, 2007

Zaragoza (Semana Santa 2006)

El año pasado estuvimos el Jueves y Viernes Santo en Zaragoza. En el tren de regreso a Madrid, escribí -con caligrafía mínima y sinuosa- estas breves líneas en mi cuadernito azul:

Todavía resuenan en nuestras cabezas el eco de los tambores y notamos el olor a incienso de las cofradías. Zaragoza parecía tomada por tribus de capuchinos o ejércitos de cofrades. Desde cualquier punto de la ciudad se escuchaba el resonar de tambores y bombos. Incluso de madrugada, entre las tinieblas del sueño, se oían los pasos de gigantes que invadían la ciudad como una procesión de fantasmas con sus antorchas encendidas...

La mezcla de misterio, Pasión, incluso miedo, con el olor del incienso, el fervor religioso y, sobre todo, el redoble atronador de los tambores, envuelve el ánimo en una especie de exaltación lúgubre, funeraria, pero también -en cierto modo- festiva.
Quedan muchas cosas en la memoria: las vistas del puente de piedra desde la ventana del hotel, los arcos de la Alfajería, el viento golpeándonos en la cara en lo alto de la basílica del Pilar (los cuatro puntos cardinales, con su panorámica de los confines de la ciudad), la salida de la Seo de la Cofradía del Prendimiento del Señor y del Dolor de la Madre de Dios (¡qué nombrecitos tienen!), la Casa de los Marlones, la calle de Don Jaime I y la de San Pablo, el Mercado Central, etc.

Lo último que hemos presenciado, como traca final (y en primera fila), ha sido la Procesión del Santo Entierro, en la que participan todas las cofradías, congregaciones y hermandades de Zaragoza.

Este año nos quedamos en Madrid, que ya bastante hemos viajado últimamente.

Sunday, April 01, 2007

Don Cipote de Archidona

Parece que, sobre todo desde que se murió, todo el mundo odia a Cela. No sé cuántos libros han salido poniéndolo a parir, recordando sus miserias de posguerra al ofrecerse como delator del franquismo y otras hazañas de dudosísima calidad ética. Pues vale, muy bien. Seguro que no entrará en el Reino de los Cielos (si lo hubiere), como, por otra parte, tantos otros millones de seres vivos. Pero hablemos de literatura.
Para mí Cela es uno de los más grandes escritores que ha dado el siglo XX en nuestra lengua. Me resulta raro tener que decirlo (porque me parece una obviedad), pero como hay tantas personas, estudiosos, críticos y escritores -muchos de ellos a los que admiro- que lo consideran un escritor menor, si no francamente malo, pues lo digo. Cela -que, como dice el tópico, fue un gran escritor pero un mal novelista- escribió obras maestras como Viaje a la Alcarria, La colmena, San Camilo 1936... Sólo estos tres títulos bastan para situarlo entre los grandes de la literatura española contemporánea (creo yo). Y como personaje, pese a sus innumerables defectos, que tantas antipatías y odios han despertado, a mí siempre me ha resultado gracioso. Un guarro gracioso, digamos. Como ejemplo, os dejo con este vídeo, que podría ser perfectamente un discurso de Quevedo o una escena de Berlanga (transcribo unos trozos):
El mozo archidonero se corrió de cuchara, esto es, hacia atrás y por encima de la cabeza, como chutaba Zarra. [...] Acostumbra a autocascársela tres veces al día: al despertarse, de postre del almuerzo y al acostarse para adecuar los buenos sueños, salvo moza propicia, a la que, claro es, no desaira. Su ritmo es rápido y breve y no suele pasar más allá de los primeros compases del pasodoble El gato montés. Se la zurra con la derecha porque, dada su edad y prepotencia, no precisa cambiar de mano. [...] Según informes de la Guardia Civil, ni babeó ni bizqueó.